“Yo soy quien puede meter goles, quien puede equivocarse. Puedo con todo, tengo hombros suficientemente grandes para pelear con todos.”
– Diego Armando Maradona
Sobre el último suceso en el caso Deshaun Watson, todos tenemos opinión.
¿Son suficientes los once juegos de suspensión? ¿Es justa la multa de cinco millones la cual representa 2% del contrato con los Browns?
Sin embargo, ¿cuánto tiempo tomamos en analizar la raíz del problema? Y aun más importante, ¿cuándo hemos analizado si la forma del castigo, no la magnitud, es la correcta?
Inicialmente, el juez Sue L. Robinson, quien su reconocida carrera la avala como una de las figuras en La Ley Americana, decidió aplicar una suspensión de seis juegos para Watson.
Su raciocinio detrás fue simple y congruente con su práctica de más de tres décadas, utilizó el componente preponderante en todo proceso legal, el precedente.
Ben Roethlisberger y Jameis Winston, entre otros, fueron suspendido seis y tres juegos respectivamentedespués de recibir demandas de acoso sexual. Al momento de estos incidentes, dos características de cierta forma clasificaron estos casos, la corte no encontró culpabilidad y la forma fue considerada “no violenta”.
Robinson, repitiendo el protocolo legal y aplicándolo ahora en el caso Watson, encontró dichas características y basó su decisión en la historia.
Ahora, antes de pasar a la extensión a once juegos en el castigo, detengámonos a hacer una sencilla pregunta.
¿Cómo es que, en el tema legal, en donde se supone debemos tener a cargo mentes brillantes, le seguimos dando todo el peso al pasado cuando determinamos castigos?
¿Qué sería de nuestro mundo si los astronautas usaran el mismo raciocinio para tomar decisiones futuras?
La razón por la cual Juez Robinson fue traída al mundo NFL fue porque los castigos determinados anteriormente por el Comisionado habían resultado controversiales y en la mayoría considerados incorrectos.
En otras palabras, te traen para cambiar las cosas y ¿basas tus decisiones en el pasado? Priceless, yo quiero un trabajo así.
En fin, como era de esperarse, la NFL al considerar el castigo de seis semanas insuficiente y usando su derecho firmado en el último contrato entre jugadore y dueños, apeló la decisión del juez buscando al menos un año de suspensión condicional.
Días después, la Asociación de Jugadores (NFLPA), quizá anticipando una victoria por parte de la liga gracias a la naturaleza del proceso en el cual la hace juez y jurado, decidió llegar a un acuerdo final de once juegos y cinco millones.
Y así llegamos a como estamos hoy…cometiendo el mismo error una y otra vez.
¿Cómo es que llegamos a decidir que añadir cinco juegos es lo correcto?
¿Hicieron “ti-ti-ri-matara” para llegar a los cinco millones? ¿Qué demonios significa esto?
La respuesta no es fácil, pero en el análisis de la raíz del problema quizá encontramos claridad.
Deshaun Watson no tiene un problema de adicción sexual ni violencia, tiene un problema de invencibilidad como lo define la psicología. Lo más alarmante es que gran parte de este problema no es técnicamente su culpa.
Para ilustrarlo, dejemos volar nuestra imaginación.
Por un momento imagínate haber nacido con una habilidad única con la cual puedes leer la mente de la gente.
Desde temprana edad haces gran uso de ella, en universidades te utilizan para estudios y en hospitales para comunicación con pacientes desahuciados. Conforme creces, tu habilidad se agudiza gracias a la constante práctica, la gente gradualmente te ve, trata y venera como un Dios.
De repente, con el mundo en tus manos, descubres que nadie le ha puesto límites ni regulaciones al uso de tu habilidad, puedes prácticamente aplicarla en cualquier circunstancia y contra cualquier persona.
Naturalmente, la empiezas a probar en situaciones más “divertidas” que puntean la línea entre lo correcto y no. En lugar de hablar con los pacientes, comienzas a leer la mente de los doctores y administrativos poniéndolos en conflicto y usando información que debería ser privada y confidencial. Creas y vendes patentes de medicinas descubiertas por otros y aplicas esfuerzos que no son tuyos.
Finalmente, tu comportamiento y avaricia llega a tanto que la sociedad, misma que te consideró Dios, no tiene alternativa más que intentar encerrarte y así protegerse.
Sin embargo, a lo largo de tu vida has hecho amistades y relaciones que, a pesar de ver el daño que le has hecho al mundo y el riesgo que representas, su admiración por tu habilidad los nubla al grado que están dispuestos a pelear por ti, inclusive si el costo de la pelea es $230 millones.
La habilidad de Deshaun es poder lanzar el balón como quizá solo diez personas en el mundo pueden. Eso es lo que nos tiene aquí.
Todos creemos en segundas oportunidades, todos las recibimos y usamos en nuestras vidas, sin embargo, hay una gran diferencia entre otorgar a una persona la oportunidad de rehabilitarse, y premiarla por sus actos reforzándolos con dinero.
¿Por qué permitimos que un jugador como Deshaun tuviera nuevo contrato antes de comprobar rehabilitación?
La Asociación de Jugadores argumenta que, debido a la falta de culpabilidad en la corte, su “cliente” tiene derecho a continuar su trabajo y que, como Unión, debe representar los intereses de sus jugadores.
He aquí el punto medular de este debate. ¿No está en el interés de la Asociación la salud mental y rehabilitación de sus jugadores? ¿Qué sus funciones solo están reducidas a la prevención de interrupciones en su generación financiera?
Vivimos en un mundo en el que pagamos incondicionalmente por dejar que alguien lea nuestra mente sin importar el daño que nos puede hacer.
“Mantengo mi inocencia”- dijo Watson en su última entrevista. “Una disculpa a aquellas personas que fueron molestadas por esta situación.”
¡Por supuesto que no hay arrepentimiento en estas declaraciones! Pero ni tu ni yo lo tendríamos si nunca hubiéramos recibido un castigo real por nuestros actos.
¿Por qué no definir el castigo como indefinido hasta que Deshaun demuestre completa consciencia de la vulnerabilidad que posee como ser humano? ¿Qué no la NFL y Asociación de Jugadores en conjunto son responsables de su rehabilitación ante un problema que en gran parte crearon?
Ignorar este aspecto sería como decirle a un veterano de Vietnam que, después de chocar con un poste manejando bajo la influencia de la heroína, la cual se vio obligado a utilizar por años para mantenerse activo en una guerra perdida, no puede manejar por once semanas, como si el número mágicamente fuera sinónimo de rehabilitación.
Cabe recalcar que la NFL, en su último acuerdo, ha condicionado el regreso de Watson con terapia y supervisión de un especialista quien decidirá si está listo para ser activado. Aunque esto representa progreso, no corrige el error fundamental de pensar que estamos forzados a determinar duración en el castigo. El número, el cual delinea una finalidad próxima y soportable, solo invita a crear un cambio y arrepentimiento ficticio y, además, comunica a gritos que actos similares serán castigados igual.
La cantidad de semanas no son lo importante, es la salud de la persona.
Al preguntarle a Jimmy Haslam, dueño de los Browns, sobre el caso de su ahora jugador más importante, en tono agresivo cuestionó si se suponía que Watson no debería de recibir otra oportunidad y que su decisión de contratarlo no representa falta de empatía por las personas afectadas.
Eso es exactamente lo que no entendemos. La persona más afectada es Deshaun Watson y tú, Jimmy, lo premiaste con el contrato garantizado más exorbitante de la historia.
En 1991, Maradona fue suspendido por quince meses por el uso de cocaína. Nadie intentó ayudarle alejándolo de la Mafia Napolitana o entendiendo la raíz de su problema.
Quince, ese fue el único raciocinio.
Tres años después, Maradona no pudo ser parte del equipo que más amaba, su Argentina. En el momento crucial y enfrente del torneo más importante, su adicción lo traicionó.
En 2020, nunca completamente rehabilitado, murió.
Sobre su tormentoso desenlace de vida, todo el mundo somos responsables pues lo mejor que pudimos hacer fue etiquetarlo como drogadicto cuando en realidad su adicción siempre fue el creer que sus inmensos hombros eran invulnerables.
Y, como la historia nos lo indica una y otra vez, la invulnerabilidad es una adicción que en un número no puede sanar.