La Fragilidad del Football (Super Bowl LIX)

Mide catorce metros, está cubierta de oro y con su forma sutil vigila la Ciudad de Milán. 

A sus ciento y ocho metros que alcanza de altura, la Madonnina es la única estatua en el mundo que impone, además de silencio y solemnidad, una simple regla para su ciudad. 

 “Nada puede superar mi altura.” 

En siete temporadas como titular, Patrick Mahomes ha roto récords de victorias, pases de touchdown, pases completos, yardas promedio por juego, victorias en playoffs y Super Bowls (en ese lapso).

Con lanzamientos que nunca pensamos posibles, frialdad que solo le adjudicábamos a Churchill y pasión que refleja la de un niño, Mahomes es el jugador que entre odio y admiración impone una verdad en la mente de todo seguidor. 

“Nada supera su altura.” 

Sin embargo, toda estatua, además de ser objeto de admiración, esconde un recordatorio crucial de vida. 

Su altura es solo posible gracias a lo que la sostiene. 

Sin base, simplemente no existen. 

El David de Michelangelo respira gracias a una base de mármol de 2.29m de altura, la Estatua de la Libertad reside en un endecágono soportado por una plataforma triangular, y el Cristo Redentor abre sus brazos sobre un masivo cubo de concreto y esteatita. 

Las podemos ignorar, pero las bases están ahí y viven para que podamos asombrarnos de lo que cargan. 

Particularmente, la Madonnina es posible gracias al invento arquitectónico más importante del estilo Gótico. El arco ojival, el cual está formado por dos tramos de arco simétricos que finalizan en un ángulo central, tiene como brillante función dispersar el peso del techo lateralmente permitiendo que la estructura pueda soportar techos más altos y largas ventanas minimizando la necesidad por paredes gruesas. 

El arco permita verticalidad a mayor eficiencia. La Madonnina es la máxima representación de su efecto. 

Al medio tiempo el domingo, Patrick Mahomes fue presionado 49% de sus dropbackstres sacks, golpeado siete veces atrás de la línea de golpeo e interceptado dos veces. 

Sus 33 yardas por aire y rating de 10.7 fueron los peores de su carrera. 

Philadelphia destruyó el arco y consecuentemente, derrumbó al mejor jugador de este deporte. 

De la misma forma en la que la arquitectura gótica nos enseñó que ningún elemento como los arbotantes son posibles sin un fundamento sólido, el Super Bowl LIX fue un hermoso recordatorio que el football podrá evolucionar aceleradamente, pero nada cambiará su principio que inicia y termina en la línea de golpeo.

Philadelphia no salió a defender a Patrick Mahomes, diseño el plan para eliminar su altura y lo aprendió hace dos años, en su peor derrota.

Existe un momento que hace imposible ignorar los arcos ojivales de la Catedral. En el preciso paso que tomamos al entrar, nuestras miradas son obligadas a levantarse.  Al presenciar tan perfecta serie de estructuras, nuestros pasos disminuyen como si estuviéramos en presencia de la plenitud de un bosque. 

Cuando estamos por debajo de ella, es cuando entendemos la importancia de la base.

Philadelphia, en el Super Bowl LVII, no pudo generar un solo sack en contra de Mahomes a pesar de haber intentado múltiples blitz y coberturas. Le permitieron tres touchdowns y 131 de rating. 

Con la mirada levantada y debajo de la estructura entendieron aquel día: es el arco el que debemos demoler. 

En dos temporadas fueron por Josh Sweat, Jalen Carter, Milton Williams, Jordan Davis, Nolan Smith y Jalyx Hunt. El domingo se convirtieron en el octavo equipo con ocho sacks en un Super Bowl. El octavo de estos en ganar. 

La adversidad es el mejor arquitecto de vida. 

A diferencias de todas las demás Catedrales Góticas, la de Milán no tiene torres al frente. En su lugar, tiene seis pináculos. 

Después del domingo no debemos olvidar que son estos seis, no su Madonnina, la que hace a esta Catedral la más fuerte y grande. 

Son los arcos y bases, los verdaderos creadores de alturas.  

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