Aún recuerdo el extraño sentimiento en el momento de saber que mi equipo solo necesitaba un primer y diez para derrotar a Green Bay, los ampliamente favoritos para representar a la NFC en el Super Bowl.
Era un sentimiento de certeza y paz.
Era un sentimiento Deebo.
En 3ª y 7, cincuenta segundos restantes, marcador empatado a diez y temperatura bajo cero, los 49erstenían el balón en la yarda 39 de Green Bay con una enorme decisión.
De pasar el balón y fallar, le dejarían mucho tiempo a Aaron Rodgers y estarían obligados a intentar un gol de campo largo o despejar. De correrlo, el tiempo avanzaría, pero las probabilidades de convertir siete yardas serían mínimas.
Sin embargo, el sentimiento Deebo no es personal, es universal.
Después de cuatro tackles rotos, diez yardas y la carrera más improbable de los playoffs, el juego estaba congelando y Green Bay eliminado.
Es increíble como en la vida lo más valioso es lo mas difícil de medir.
Históricamente, nos hemos vuelto expertos en asignar valor. Inventamos el trueque, dinero, rankings,calificaciones y likes para dibujar en nuestras mentes ordenes jerárquicos. Sin embargo, a pesar de lo mucho que hemos evolucionado, no hemos podido entender la medición de las cosas que apreciamos tanto al punto que carecemos la capacidad de explicarlas.
Una carcajada con tu mejor amigo después de no verlo por meses o una plática con tu hermano sobre la vida, ¿qué vale más?
El amor, éxito, sentido de pertenencia, felicidad. ¿cuántos likes darías por tener cada uno?
En el 2021, después de la recepción, Deebo Samuel promedió 10.8 yardas, nadie en la historia de la NFL se había acercado a 9.0 (DeSean Jackson 8.0). Cada vez que corrió el balón, promedió 6.1 yardas, Nick Chubb, el segundo más cercano promedió 5.5.
Al final, se convirtió en el único jugador en haber generado más de 1,400 yds por recepción y 350 corriendo.
El concepto “posición” se desvanece en la presencia de este jugador.
Por otro lado, nadie tiró más pases en la temporada (12) y no es de genios proyectar que las 116 veces alineado en el backfield y 86 veces corriendo no son sostenibles para un jugador que ha tenido más lesiones que Shane Falco.
Estas son básicamente las dos posturas que hoy dividen a la franquicia en San Francisco y a los $25M+ por año que Deebo requiere ser compensado.
En situaciones como esta, es muy sencillo describir a la NFL como un negocio en el cual las decisiones se toman estrictamente de forma racional y que todo tiene un tabulador dependiendo de la situación financiera del equipo y la posición involucrada.
La decisión prácticamente se reduce contestar si es correcto pagarle a Deebo más que a AJ Brown cuando este último supera las 900yds por temporada y es uno de los mejores receptores de la liga. (En el 2020, Deebo tuvo 391yds)
Pero ¿qué pasa cuando hay variables que el negocio no puede medir?
Por incongruente que parezca, hay jugadores y momentos en el que el raciocinio bloquea el entendimiento, Deebo es uno de ellos.
Exageremos por un momento e imaginemos que Deebo quiere recibir $28M anuales durante los siguientes 5 años, lo equivalente al máximo en la posición que hoy tiene Davante Adams (no por mucho).
San Francisco, sin espacio en el tope salarial (143,000 USD, lol emoji), aún tiene que extender contratos importantes como Nick Bosa y Fred Warner.
Por lo tanto, la única forma de lograrlo sería diseñar un contrato con bono masivo al inicio (para poder prorratearlo por los 5 años), rezarle a San Francisco que Deebo no se lastime por las siguientes tres temporadas y cortar a jugadores como Jimmy Garoppolo (ayer), Trent Williams (2023) y Charvarius Ward (2023) (recordemos, estamos exagerando).
Aquí, el “cerebro negocio” aseguraría que este riesgo es muy alto y que un jugador no justifica la pérdida de varias piezas con similar importancia.
Lo aseguraría porque en él solo corren números y tablas de Excel, nunca sangre.
Este cerebro no tiene información para medir lo que Trey Lance sentiría al saber que hay un ente que lo puede salvar en cualquier momento, George Kittle al ver que siempre hay una oportunidad de ganar, o Shanahan al no tener que siempre encontrar la jugada perfecta.
En los números es fácil ver los once juegos perdidos por lesión, la disminución considerable que tienen los receptores después de los 29 años (Deebo, 26), o el patético salario que hoy ganan los corredores.
Pero cuando se trata del sentimiento Deebo, de esa extraña certeza que por momentos obtenemos y que generan una energía inexplicable, los números no tienen idea.
San Francisco esta por tomar una decisión racional sobre un tema que es imposible medir.
Justo así es como se dejan ir las cosas más preciadas.