En este inicio de temporada, estoy preocupado por Tom Brady.
Difícilmente encontraremos una definición con la elegancia y simpleza sobre el peligroso funcionamiento de nuestra mente como la que describe Eckhart Tolle en su libro “El poder del ahora.”
“Cuando usamos los recuerdos para añorar, generamos melancolía. Cuando proyectamos el futuro y lo queremos de cierta forma, creamos ansiedad. Ambas tienen un efecto negativo en nuestro cuerpo. Ambas son irreales e irracionales.”
En estricto (y bello) sentido, todo lo que no está en este preciso momento no existe. El tiempo lo creamos nosotros para el funcionamiento social y, desgraciadamente, hemos permitido que rija nuestras vidas.
Durante la historia de la humanidad, hemos tenido personajes importantes que nos lo han intentado recordar usando nombres como meditación, consagración, presencia, ser, estar.
Si analizamos, podemos encontrar que entre Jesus, Buddha, Muhammad, etc., todas las religiones, hay un común denominador que intenta gritar la irrefutable relación entre mantenerse en el presente y la paz.
Desconozco sobre tiempos antiguos, pero creo que podemos acordar que la época en la que vivimos se ha diseñado justo para hacer esto más difícil.
Nuestro sistema laboral promete un retiro, el origen en nuestro nacimiento determina casi completamente nuestras oportunidades, y nuestra nueva forma de socializar, en una red que no existe, está basada en proyectar y regresar continuamente al pasado.
Sin embargo, la mente, el musculo más poderoso de la naturaleza, siempre encuentra formas de adaptarse.
A lo largo de nuestras vidas y mediante esfuerzos constantes, podemos ir encontrando actividades y amores que nos ayudan a regresar al momento presente a pesar de estar rodeado de obstáculos.
Varios artistas han expresado su éxtasis cuando están en “su zona”, la cual solo encuentran en la música, Michelangelo y DaVinci pasaban días sin comer después de lograr el despego mágico del tiempo, hay monjes que pasan más tiempo meditando que durmiendo y maestros que , al dar una clase y exponer el potencial de la mente de sus alumnos, no perciben que ha llegado el final agendado de su sesión.
En la NFL, durante veinticuatro años, tuvimos la fortuna de disfrutar a alguien así.
No es necesario buscar documentación (aunque la hay) para entender que el éxito de Tom Brady fue resultado de una fortaleza mental concentrada en los siguientes seis segundos que dura una jugada una y otra vez.
Sus regímenes de entrenamiento, obsesión por el juego y amor por los detalles no fueron más que el conjunto de decisiones continuas que bloquearon las distracciones que normalmente se crean cuando intentamos ver adelante de ellas.
En el espiral de un balón, Brady encontró su paz.
Por fuera, el mundo en una tribuna ve siete campeonatos, múltiples récords y ochenta y nueve mil yardas. Dentro de su mente, el solo veía el siguiente momento.
Así se crean las grandes cosas que viven en eternidad con nuestro reconocimiento.
Desgraciadamente para los jugadores, el football tiene un precio muy grande. Su tiempo de expiración es limitado, más que el común de los amores.
El subconsciente de Brady siempre tuvo esto presente y, no obstante, usó todas las herramientas a su alcance sin importar el costo, inclusive cuando uno de ellos fue perder a la mujer de su vida.
¿Qué hará ahora? ¿Cómo va a direccionar su pensar para no caer en las dos trampas más grandes que tiene el ser humano?
Por momentos quiero creer que el dinero, logros y fama le ayudarán de cierta forma y que tiene más herramientas que el común de los hombres para navegar cada día, pero inmediatamente me acuerdo de que estas condiciones son también creación de nuestro pasado y futuro y que históricamente nos han enseñado que no son sustitutos de paz.
Ya nos debe quedar claro que, sin importar su tamaño, eventualmente la fama y el dinero pierden su resplandor.
Estoy preocupado por él porque a través de sus actos me dio un ejemplo de vida.
En su desciframiento de cada defensiva veía el proceso de cientos de horas de video, una a la vez. En su caminar hacia el campo cuatro horas antes de empezar cada juego, veía la importancia de detenerse antes de iniciar, acto que fortalece la concentración. En su mecánica de lanzamiento veía un recordatorio del poder que tiene nuestro cuerpo cuando la mente solo vive en el proceso.
En su amor por el juego, aprendí que no hay prueba más grande que nuestra incondicional entrega al momento.
Como él, yo todos los días me equivoco, pero en el recuerdo de su carrera encuentro fuerzas para intentarlo nuevamente. Una y otra vez.
Esta temporada, al igual que todos ustedes, la volveré a disfrutar intensamente. Pero esta vez, en cada juego, highlight, record e historia, voy a extrañar su nombre.
En silencio, desearé que en donde quiera que esté haya encontrado una nueva forma de tener paz, que la melancolía de no poder jugar no invada su mente y que la ansiedad de los años que le quedan por vivir no exista.
Estoy preocupado por él, pero algo dentro de mí me dice que lo va a lograr. Sin importar nuestro fanatismo, siempre fue nuestro mejor jugador, nuestro quarterback. Si alguien puede hacerlo es Tom Brady.
Y mientras lo haga, momento a momento, lo voy a admirar aun más.
