Octubre 22, 2016. Lubbock, Texas.
La tarde, en su cielo, parece ser normal. En el campo, dos quarterbacks titulares, sin embargo, uno es diferente. El líder de la Universidad de Oklahoma es el mejor prospecto de la posición para el siguiente Draft. El líder de Texas Tech, repito, es diferente.
El juego comienza y en la primera serie queda claro que el talento en Oklahoma es superior, tal como lo ha sido durante toda la historia y recientemente representado en los últimos tres juegos entre estos equipos.
Abajo por seis puntos en el marcador, Texas Tech intenta correr el balón, pero fracasa entregándolo en su yarda cuarenta y siete. En el fumble, no solamente un incremento en la desventaja sino un recordatorio de las carencias de este equipo que jamás ha podido ganar su Conferencia.
De repente, las nubes cambian de forma, como si quieran poner atención a lo que esta por suceder en el campo.
El Quarterback Diferente comienza a hablar con su brazo y a gritar con su corazón. Entiende las insuficiencias con las que juega, pero paulatinamente las ignora. Sabe que esta es su oportunidad para que el cielo lo reconozca y aunque las reglas lo limitan a solamente jugar del lado ofensivo, logra que las estrellas mantengan la vista en él y disfruten de sus 819 yardas producidas, récord histórico.
El juego termina y el Quarterback Diferente pierde.
Las nubes y estrellas sonríen a lo lejos mientras hablan de lo espectacular de su actuación.
Sin embargo, mientras sus sombras se desvanecen, piensan: “hermoso haberlo presenciado, pero probablemente nunca lo volveremos a ver.”
Febrero 2, 2020. Miami, Florida.
La humedad en el aire es producto de una simple reacción entre calor y agua. Lo que es más complicado es entender como la Tierra trata de hablar con ella. La mantiene flotando, nos la pega en la ropa y nos obliga a respirarla. Es un recordatorio de nuestra vulnerabilidad, de que en cualquier momento nos podemos ahogar.
En el campo, los dos equipos compitiendo suman veinticinco victorias. Las nubes se juntan pues algo les advierte no haber puesto suficiente atención cuatro años antes.
Al medio tiempo, el marcador empatado es una bella demostración de que los jugadores invitados son los adecuados.
El juego avanza al último cuarto y solo uno de los Kansas City Chiefs percibe la humedad de estar diez puntos abajo. La siente, pero evita ahogarse.
“¿Tenemos tiempo de correr Jet Chip Wasp?”, el Quarterback Diferente pregunta mientras sus coaches y las nubes esta vez ponen atención.
La brillante idea genera veintiún puntos en seis minutos y le otorga el segundo campeonato a una franquicia que lo anheló durante cincuenta años.
El Quarterback Diferente sonríe tranquilamente como si su emoción estuviera escondida.
Al levantar el trofeo, las nubes se ven entre ellas y reconocen que su preciado Quarterback, aquel que vieron anteriormente, se encuentra en el peligroso momento de pensar que el éxito es absoluto y seguro. Tratan de hablar con el usando corrientes de humedad, pero solo logran alejarlo de regreso al locker.
Entre ellas solo pueden comentar: “la vida le enseñará.”
Febrero 7, 2021. Tampa Bay, Florida.
Cuando las estrellas y el cielo sienten no ser escuchados, acuden a métodos más fuertes. La Tierra en un instante puede hacer que el Mundo ponga atención. Un virus letal nos puede callar, nos puede obligar a escuchar.
En un estadio con capacidad de setenta mil, solo hay un tercio esperando el inicio de un juego que meses antes peligró su existencia.
De un lado, el jugador con más logros en la historia del football, del otro, el Quarterback Diferente quien piensa será fácil igualarlo.
El juego inicia con una extraña falta de concentración de uno de los equipos. Los ocho castigos y noventa y cinco yardas perdidas en el primer tiempo son récord de Super Bowl y una señal preocupante para Kansas City.
El Quarterback Diferente mira hacia el cielo en búsqueda de respuestas. Los quince puntos de desventaja se sienten diferentes, hoy su vulnerabilidad es más grande que su talento.
En los últimos dos cuartos, el cielo intenta ayudarle, pero el ambiente en el campo esta dominado por un virus. Por primera vez no puede anotar y pierde por más de 10 puntos.
Debajo de una lluvia de confeti, el Quarterback Diferente se confunde al ver que el otro jugador ahora se ha proclamado campeón siete veces.
“Se suponía que debería ser más fácil”, pensaba.
Por un momento siente que lo correcto es llenarse de frustración, pero algo le recuerda que es momento de escuchar.
A lo lejos, ve el estadio semi vacío y aprende, “nadie puede solo”.
Marzo 23, 2022. Kansas City, Missouri.
El olor a decepción de haber perdido el AFC Championship Game aún se percibe en las oficinas de los Chiefs.
Apenas los primeros rayos de luz se ven por las ventanas cuando una decisión llena de oscuridad las instalaciones. Tyreek Hill, la mejor arma ofensiva y ayuda del Quarterback Diferente, es intercambiado por cinco selecciones y enviado a Miami, aquel lugar que obligó a escuchar.
Para dejar ir a un jugador que ha sido seleccionado al Pro Bowl seis años consecutivos y que acaba de romper récord de la franquicia con 111 recepciones, debe haber una razón igual de grande.
Los repetidos fracasos en años consecutivos han instruido un mensaje claro. El talento del Quarterback Diferente es tan grande que ninguna defensiva opta ya por retarlo. Semana tras semana, la mejor apuesta para detenerlo es intentar desesperarlo.
Con dos y hasta tres safeties cuidando la parte larga del campo, la ofensiva de este Quarterback Diferente ha tenido que demeritar el valor de jugadores como Tyreek quienes en su velocidad poseen su más grande fortaleza.
El intercambio de Tyreek duele, personal y esquemáticamente para toda la organización, sin embargo, en el cielo se dibuja la frase: “era necesario”.
Es el momento más difícil en la carrera de nuestro Quarterback Diferente.
Filosóficamente tendrá que despojarse de las impresionantes cualidades que lo han llevado hasta ahí, tendrá que transformarse en otro jugador, uno en el que su mente solo respire paciencia.
Febrero 12, 2023. Glendale, Arizona.
Lo opuesto a la humedad es la sequedad. El desierto es experto en esto.
El Quarterback Diferente ha regresado a este juego, el cual sus recientes fracasos y lesión en el tobillo le temieron nunca volver.
El rival es Philadelphia, el equipo con el mejor récord de la liga y con dos líneas (ofensiva y defensiva) que exponen dominancia en cada jugada.
Desde el inicio, el cielo le exige al Quarterback Diferente demostrar lo aprendido, lo pone rápidamente siete puntos abajo y lo presiona a construir una serie de setenta y cinco yardas con solo dos intentos aéreos.
Como reconocimiento, las estrellas provocan un fumble para ayudarlo. En retrospectiva, un apoyo que evitaría que el juego se escapara de control.
Aun así, Kasas City se va abajo por diez puntos al medio tiempo.
La puerta del locker se cierra y algo inexplicable sucede. Se puede apreciar una fuerte luz salir por debajo de las puertas y se respira silencio.
Adentro, el Quarterback Diferente se levanta en agonía y, mientras pide vendar nuevamente su tobillo, vuelve a gritar con su corazón: “¡Todo lo que tengan déjenlo en el campo estos últimos treinta minutos, todo…físico y mental!”
El Quarterback Diferente sale al campo para iniciar el segundo tiempo y las nubes y estrellas sonríen, es evidente que el mensaje ha sido aprendido y que ni si quiera la mas grande sequedad lo pude quemar.
Durante los siguientes treinta minutos, seis años de evolución se conjuntan hermosamente y se representan con un solo pase incompleto. La mente llena de paciencia se expresa en cada balón entregado a sus corredores y en cada pase corto completado.
El Quarterback Diferente recuerda cada uno de sus fracasos y los abraza para nunca olvidar sus lecciones. El aire, la extensión de las nubes, lo hacen levitar en el campo a gran velocidad por veintisiete yardas y así escribir correctamente la historia.
El reloj marca ceros, pero el tiempo no se detiene.
Hoy, aquel Quarterback Diferente, el cual el cielo vio nacer en una tarde cotidiana en Texas, es campeón por segunda vez y representante en la Tierra de todas las estrellas quienes siempre intentan recordarnos nuestra dependencia y vulnerabilidad.
Nuestro Quarterback Diferente se retira lentamente del estadio con el trofeo en la mano.
Esta vez, camina en completo control del juego que representa la vida, no por su talento, sino por la inmensa humildad que requiere despojarse de él.
Se detiene lentamente por última vez, mira al cielo y les agradece haberle enseñado.