Londres, 1856.
“¿Para qué queremos algo tan grande?”, la gente preguntaba.
“Será el unísono que represente nuestra ciudad, cada hora recordaremos nuestros orígenes y lo haremos con humildad.” – alegaba el ministro convincentemente.
Así inició la fabricación de la campana de dieciséis toneladas que adornaría la Torre Norte del Palacio de Westminster.
A sorpresa de muchos, la inmensa estructura de hierro y granito fue terminada antes que la misma torre y, naturalmente, necesitaba un lugar en donde vivir. Para esto, los ingleses escogieron ser prácticos y la colocaron en el patio del Parlamento a unos metros de donde finalmente sería posicionada.
Al verla en exposición y dado que el deporte del Parlamento era discutir, los funcionarios sintieron la necesidad de nombrarla y comenzaron a sugerir: “¡Victoria!, en honor de La Reina”, “¡La Gran Campana!, en honor a nuestra falta de creatividad”, decían los ilustres.
Días pasaron sin lograr consenso y provocaron que se pasara a temas de mayor relevancia. Sin embargo, en las calles, en la gente y en el aire del cual servía como representación, la campana ya tenía nombre.
Imponentemente en Londres, ya habitaba Big Ben.
De las dieciocho temporadas de Ben Roethlisberger podríamos escoger muchos momentos. El novato ofensivo del año (2004), los dos Super Bowls (2005, 2008), el pase a Santonio Holmes (2009), la nariz rota vs Baltimore (2010), las 5,129 yardas (2018), etc.
Cada uno de ellos, mas grandes cuando usamos retrospectiva, tal como funciona la vida.
Pero hay un momento que debería ser encapsulado en el Hall of Fame así como Mike Tomlin, su Head Coach, quería encapsular la última serie el domingo pasado.
En el 2005 había tres certezas en el mundo; los humanos intentaban bailar “My Humps” de Black Eyed Peas, Michael Jackson era inocente y Jerome Bettis era el corredor mas letal en zona de goal (91 TDs).
Con un minuto y veinte segundos restando en el último cuarto de la Ronda Divisional de playoffs, ganando por tres puntos, entregarle el balón en la yarda uno a Bettis no solamente era obvio sino inevitable.
En jugada de poder, lo cual en Pittsburgh significaba correr atrás de Alana Faneca (Hall of Fame 2021), los Steelers estaban a segundos de conseguir el touchdown que los llevaría al campeonato de conferencia.
Sin embargo, hoy entendemos que aquello nunca pudo haber sucedido tan fácil. En la historia de Pittsburgh, equipo y ciudad, nada se ha conseguido sin máximo esfuerzo.
Sorprendentemente, Bettis soltó el balón antes de anotar el cual fue inmediatamente recuperado por Nick Harper, defensivo de los Colts, quien comenzó a acelerar en dirección contraria.
Nadie, a excepción de un quarterback proveniente de uno de los programas mas irrelevantes, se interponía en su camino.
Es aquí en donde debemos detenernos momentáneamente para agregar contexto, el cual muchas veces es mas importante para la comprensión que el mismo acto.
La diferencia entre el peso de Nick Harper y Ben Roethlisberger en aquel momento eran 18.1 kgs, lo cual en aceleración lo podemos burdamente traducir a wave runner vs canoa. Por otro lado, Harper contaba libremente con todo el ancho del campo (53.33 yds). Pero mas importante, de anotar los Colts, el juego no hubiera estado definido aun, pues con aproximadamente un minuto restante, Pittsburgh podría haber intentado una ultima serie perdiendo solamente por cuatro puntos.
Fue aquí en donde aquel quarterback plasmó su personalidad.
Ben decidió correr delante y en dirección opuesta a Harper como si fuera parte de su escolta. Mientras corría, volteó constante y agitadamente su cabeza hacia cada lado. En el momento, esto pareció un simple intento por identificar la posición del balón, en realidad y bajo el claro entendimiento de sus limitaciones, Ben volteaba en busca de ayuda, en busca de sus compañeros mientras intentaba alentar la desgracia.
Nuevamente, contexto. A pesar de ser una de las franquicias mas ganadoras en la NFL, es casi imposible encontrar una lista que tenga a un Steeler dentro del Top 10 de todos los tiempos. La historia del equipo esta escrita mas por conjuntos (Steel Curtain) y momentos (Immaculate Recepction) que por individuos y records. Después de todo, es aquí en donde jugó el “peor” quarterback con cuatro campeonatos.
Roethlisberger corrió en dirección contraria no solamente buscando ayuda sino entendiendo su lugar en el equipo, crucial pero humilde a la vez, dos características que requieren de madurez para combinarlas.
Nick Harper, quizá confundido por ver “la espalda de la canoa” correr enfrente de él, intentó moverse hacia ambos lados solo para caer a la posición en donde estaba Ben, el cual mientras caía, con una mano logró asegurar su pierna y derribarlo.
Segundos después, Mike Vanderjagt, quien era el pateador mas seguro de la historia y nunca había fallado en casa durante los playoffs, desvió su intento de gol de campo dándole la victoria a Pittsburgh.
Tres semanas después, los Steelers consiguieron su quinto Super Bowl y Roethlisberger se convirtió en el quarterback mas joven con un campeonato.
No hay una de las sesenta y cuatro mil yardas por aire de Ben que represente mejor su carrera que aquella jugada defensiva.
En doscientos cuarenta y seis juegos, es difícil encontrar uno en donde no haya jugado lastimado. En una liga en donde vemos la protección como elemento vital en el desarrollo de los quarterbacks, es imposible recordar sus mejores pases sin algún defensivo alrededor de sus piernas. Y, aunque por momentos pagó el precio de la fama e ilusión de inmunidad, sería irresponsable argumentar que Ben no terminó siendo un caso de aprendizaje y crecimiento personal.
Ben tampoco estará en el Top 10 de todos los tiempos, pero su carrera quedará en la memoria como la perfecta representación de su equipo y ciudad, la cual para producir acero entiende la dependencia de mezclar a la perfección cada uno de sus elementos.
Siglo y medio antes en Londres, aquella campana sufrió una ruptura y tuvo que ser reparada.
Cuando finalmente la nueva versión estuvo lista y la torre en la que sería posicionada había terminado de construirse, la estructura fue transportada por un carruaje de dieciséis caballos. En su camino, miles de personas salieron de sus casas para ovacionarla y, durante dieciocho horas que duró su levantamiento, la gente, identificada con el inmenso metal, aplaudió.
En su ultimo juego en casa, después de su temporada mas criticada por gente que olvidamos que el football es mucho mas grande de lo que alcanzamos a percibir, miles de personas ovacionaron sus dieciocho años de entrega. Sus “rupturas”, carencias y limitaciones fueron olvidadas e intercambiadas por lagrimas y memorias.
A su salida, mientras recorría el estadio tratando de estirar el tiempo, la gente, identificada con su quarterback, en unísono aplaudió.