En el 90% de las veces, el ser quarterback de un equipo significa ser el líder y jugador ofensivo mas importante.
A principio de los 70’s, en Garinger High School, este no era el caso. La ofensiva de esta escuela corría el balón como si no existiera el pase. Su quarterback, un jugador nacido en 1957, mostraba por primera vez su inmenso dote de humildad al solo fungir como bloqueador principal.
Aunque no era el protagonista, aunque servía solamente de segunda opción, se dedicó exclusivamente a hacer su trabajo.
En 1975, este jugador aprendió que en la vida existen cosas que no podemos controlar. A falta de agilidad y altura para jugar basketball, el deporte que amaba desde niño, se vio obligado a tomar la decisión de dejarlo por completo.
Sin lamentarse más, re-direccionó sus energías al football.
Cuando llegó a la Universidad de Clemson, el Head Coach lo recibió con la noticia de que cambiaria de posición a strong safety. No fue hasta dos años después cuando finalmente pudo regresar al equipo ofensivo en el cual siempre se había sentido mas capaz.
No del todo podemos utilizar la palabra “regresar”, pues una vez más fue forzado a jugar como segunda opción. Gracias a que tuvo la “fortuna” de compartir posición con Jerry Butler, uno de los receptores icónicos en la historia del college football, nuestro mencionado jugador solo pudo terminar con 33 recepciones en sus últimos dos años.
A pesar de formar parte del segundo mejor roster en la historia de dicha universidad, el jugador nunca dio de que hablar, se dedicó exclusivamente a hacer su trabajo.
Un año después, regresando de haber jugado una ronda de golf con sus amigos y ya acostumbrado a nunca ser el protagonista, recibió una llamada inesperada que cambiaría el rumbo de su vida.
“Hemos venido a analizar al quarteback con el que jugaste tus años colegiales, ¿podrías ayudarnos y cacharle sus pases?” – le preguntaba un coach que pasaría a la historia como uno de los mejores de la historia.
Habitualmente, el jugador aceptó e hizo su trabajo, sin embargo, esta vez salió mejor de lo esperado pues provocó que en la décima ronda del NFL Draft, fuera seleccionado por el único equipo del que formaría parte durante 10 años.
Después de todo, aquel día impresionó a un Genio por la peculiar forma de hacer bien las cosas que parecen insignificantes.
Es así, como nuestro jugador llegó al día que lo haría inmortal.
El 10 de enero de 1982, perdiendo por seis puntos, su equipo tendría una oportunidad mas de vencer a quienes eran considerados como los “Mejores” y así, poder llegar a su primer Super Bowl.
Con un solo tiempo fuera restante, en tercera oportunidad y tres por avanzar y 51 segundos en el partido, la estrategia fue mandar una jugada que resumiría, en siete segundos, todo lo que había sido su vida.
Su función, claro, ser la segunda opción.
Para él, las indicaciones eran perfectamente claras después de haberlas practicado múltiples veces. Correr de frente, estorbar al defensivo y abrir camino a Freddy Solomon, el primer receptor.
La jugada inició, y tal como su mente y cuerpo se acostumbraron durante años, realizó su trabajo de manera perfecta. Aceleró a máxima velocidad, contactó al defensivo y generó espacio tal como estaba planeado.
Lo que no estaba planeado es que los llamados “Mejores” esperaran esta jugada. En retrospectiva, quizá esto era obvio pues ya habían recibido el primer touchdown del juego gracias a ella.
¿Qué hace una mente que esta acostumbrada a dar lo mejor de ella en cualquier situación sin importar lo desfavorable que esta sea?
Nuestro jugador reaccionó como solo el sabía hacerlo.
Nuestro jugador continuó haciendo su trabajo.
Continuó corriendo, recordó cada uno de los pasos que repitió en las prácticas y se posicionó justo en la parte del campo que se le fue indicada.
Con dos defensivos alrededor y con menos de medio metro de distancia entre él y la línea que termina el campo, vio el balón salir detrás de tres espaldas contrincantes y flotar en el aire hacia él.
En ese momento, en esos dos segundos que le provocaron dejar de respirar a todos los presentes, no hubo alguien que no pensara en lo crucial de la situación. El balón a mas de dos metros de altura, el resultado del juego en la línea, la única oportunidad de lograr lo imposible…una dinastía por nacer.
En ese momento, como únicamente lo logran las mentalidades que han logrado desprenderse totalmente del ego, levantó su cuerpo en completa paz y, sin nerviosismo alguno, estiró sus brazos y manos para recibir el pase que cambiaría la historia de la NFL.

Podemos decir que Dwight Clark nos dejó la recepción mas icónica de la historia, que provocó el inicio de una dinastía que ganaría cuatro Super Bowls y llegaría a los playoffs ocho veces en sus siguientes diez temporadas, o que fue el responsable de crear al mejor receptor de todos los tiempos en Jerry Rice.
Pero si miramos detenidamente, si escuchamos lo que nos quiso decir a través de su vida como atleta, nos daremos cuenta de que su enseñanza y legado es mas simple y a la vez mas profundo de lo que creemos.
En la vida, como en el football, jamás sabremos cuando llegarán las verdaderas oportunidades. Lo único que sabemos con certeza, es que es en todos aquellos momentos en los que no podemos hacer mas que nuestro simple trabajo y en los que nos es difícil continuar pues aparentemente no existe reconocimiento alguno, en los que formamos la mentalidad y actitud necesaria para, eventualmente, recibir los momentos que cambian nuestra vida.
Gracias Mr. Clark. RIP.
Un comentario en “Un Jugador. Una enseñanza.”