Perder completa consciencia por respirar, volver el parpadeo un acto irrelevante, olvidar plenamente nuestros problemas que manchan la vida y eliminar por segundos la constante batalla sobre descifrar quienes somos, es el poder mágico que tiene el deporte.
Al igual que una gran película o un libro brillante, una competencia profesional tiene la capacidad de adueñarse de nuestra atención gracias a la constante incertidumbre que genera. Ante nosotros, presenciamos historias increíbles de atletas, mientras gozamos la emoción de desconocer completamente el desenlace. ¿Recuerdan haber respirado en Wimbledon 2008? ¿Parpadeado cuándo Roethlisberger encontró a Santonio Holmes? ¿Hablado cuando Joseph Schooling venció a Phelps?
Cuando practicamos cualquier disciplina, aprendemos de esfuerzo, dedicación, sacrificio, y, en algunos casos, del sentimiento único de lograr algo en equipo. Por otro lado, cuando nos toca admirar a aquellos que han dedicado su vida en retar los límites físicos y mentales que tiene el ser humano, gozamos de un descanso de la cotidianidad y de una energía indescriptible al sentirnos parte de la historia…parte de ellos.
Desgraciadamente, hoy tenemos que eliminar a alguien de la lista. Hoy, a una disciplina profesional que algún día fue rey, tenemos que retirarle el nombre de deporte.
Al menos por hoy, solamente le llamaremos “Boxeo”.
“Uno quiso dar una mejor pelea, pero él no quiso intercambiar golpes…quería que fuera mejor combate, di lo que tenía que dar, pero esto es de dos…” – Saúl “Canelo” Álvarez.
Si bien es triste leer esto, es aún más el hecho de saber que, después de un patético 120-108 (calificación), lo que Saúl dijo fue completamente cierto, y que seguramente Julio César Jr. hubiera agregado; “No es que no QUISIERA estúpido Canelo, no PUDE, no SUPE, no tengo el NIVEL para hacerlo”.
¿Cómo definirlo? ¿Estafa? ¿Robo?
Aunque podríamos escribir muchos artículos argumentando cómo el dinero ha destruido al boxeo, y aunque ninguno de ellos estaría alejado de la realidad, creo que es más importante reconocer el problema que se ha encargado gradualmente de que los más emocionantes momentos de una peleada box ya sean cuando Sylvester Stallone habla.
El boxeo, al estilo “Blockbuster Video”, es víctima de su terquedad por no evolucionar. No estoy hablando de cambiar el ring a un hexágono con jaula, me refiero a su necedad por seguir usando un sistema de representación (managers y promotores) el cual es obsoleto e injusto. Lo único que tiene que hacer el boxeo para darse cuenta de su error, es voltear a ver su principal destructor, la UFC, quien en los últimos 25 años se ha convertido en la liga con mayor crecimiento y hoy es valuada en más de 4 mil millones de dólares, gracias a su simple y lógico esquema de unificación de reglas, campeonatos y formas de generar ingresos para los peleadores.
En el mundo existe Al- Qaeda, en el boxeo existe Al Haymon; el monopolio del boxeo. El daño que provoca Mr. Haymon lo resumiremos de la siguiente manera: es representante de más de 100 boxeadores profesionales incluyendo a Floyd Mayweather. En perspectiva, esto sería como si Jerry Jones fuera dueño de veinte equipos en la NFL (sentí feo de solo escribirlo).
Su estrategia, y la de todos los demás promotores, es simple: “ordeñar” a los peleadores estrella contra contrincantes fuera de su nivel para crear récords ficticios que generen expectativa, y así lograr una o dos peleas importantes al año que generen la mayor cantidad de dinero posible. Ilustrándolo nuevamente, esto sería como si Federer, Nadal, Djokovic y Murray fueran representados por una misma persona la cual solo los dejara competir una vez al año. ¿Suena estúpido verdad? (también suena estúpido decir “venti” en una cafetería y lo hacemos)
¿Tenemos esperanza de que el boxeo vuelva a ser el mismo? ¡Claro! Solamente los boxeadores tienen que recordar lo que Gandhi nos enseñó: “Se TÚ el cambio que quieres ver”. En esta época en donde un “tweet” tiene más valor que una columna indexada, los boxeadores tienen una gran oportunidad de convertirse en sus propios promotores. Nuevamente, la UFC y Conor McGregor les han dado un ejemplo de cómo hacerlo.
En el momento en el que sean ellos, quienes decidan el formato de sus combates, generarán naturalmente una necesidad por pelear más. Recuerden, la mayoría de los boxeadores no son “Canelo”, son profesionales de poca experiencia que necesitarán pelear más veces para generar dinero y mejorar su nivel. Hoy, simplemente no lo pueden hacer porque ellos no deciden la periodicidad de sus peleas.
Naturalmente, este aumento en actividad, dará pie a la centralización de una liga mundial que les sirva de vehículo para llevar a cabo sus peleas bajo un formato universal tal como lo existe en TODOS LOS DEMÁS DEPORTES. ¡¿Alguien entiende de que es campeón el “Canelo”?! Tiene más cinturones que el Santo.
Finalmente, es importante mencionar que la figura de “promotor” no dejaría de existir tal como nunca ha dejado de existir en TODAS LAS DEMAS LIGAS PROFESIONALES. Simplemente, su función debe reducirse a solamente buscar el mayor ingreso posible para su cliente (boxeador) y no para el evento en general.
Es reiterativo pero importante, TODOS LOS DEMÁS ATLETAS PROFESIONALES siguen este esquema. Ellos se encargan de ser los mejores mediante constante preparación y participación en competencias mientras que sus agentes se encargan de buscar el mejor salario. NADIE de ellos está preocupado por el precio de los boletos pues entienden que es un conflicto de intereses (De lo contrario, LeBron James no jugaría 82 partidos).
Así es que Saúl Álvarez, si no quieres seguir subiendo al ring y sentir que peleas solo y que nadie quiere intercambiar golpes contigo, recuerda las palabras que te dejó Muhammad Ali: “No cuentes los días, has los días contar”. Porque hoy, en la terquedad de hacernos contar los días para verte pelear, tú y quien te maneja, le han quitado la magia a su deporte.